sábado, 26 de marzo de 2011

El día que conocí a Lucy

Lucy, sin saber su nombre, camina por el barro cálido, mientras mordisquea una especie de manzana verdosa.
Las constelaciones poderosas, en un mundo oscuro, cuelgan como “mandarinas” en un “cielo de mermelada”.
La tierra oscura cruje y la ceniza lo cubre todo. Un diamante escondido.
Han pasado tres millones de años, al menos eso parece, y suena, en una radio polvorienta, una canción calidoscópica. Y Lucy, como Lázaro, camina de nuevo.
Han pasado diez años aunque no me lo crea. Salgo del instituto, de clase de filosofía, y una chica, de la que me enamoro locamente, me sonríe “frente a las flores”.