domingo, 12 de diciembre de 2010

Alegría

No me gusta cruzar los pasos de peatones con el semáforo en rojo, y aunque las calles estén desiertas, siempre aguanto en el borde de la acera, hasta que el hombrecillo verde se enciende, entonces me decido a cruzar.
Bueno, lo que yo quería decirles, es que cuando atravesé la calle, en un trocito de jardín con césped, había dos chicas jugando al voleibol, sin red ni nada. Estaban frente a frente, como a unos cuatro metros de separación y cuando hacían una jugada más o menos larga, se aplaudían la una a la otra con mucho entusiasmo. La verdad, es que daba alegría verlas.
Luego, me dirigí hacia el río, y por el Puente Nuevo, aunque es de 1903, pasé al otro lado de la ciudad.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Antes que cante un gallo

Me ha dado mi hija, sin querer, una patada en la espinilla y de pronto se me ha entristecido el alma hasta el punto de que el dolor no me duele.
Entró por primera vez en clase a media mañana, justo después del recreo, aún andaba por mi boca el sabor de la nocilla, y, cuando ya llevábamos dos meses de curso. Yo recuerdo con exactitud ese momento, eso es lo que creo, porque nada más aparecer por la puerta en compañía del director que nos lo presentó, me soltó el muy cabrón una patada en la espinilla derecha, que se me saltaron las lágrimas.
Su aspecto era impecable, como de no ser el hijoputa que llevaba dentro. Llevaba pantalón vaquero largo, cuando todos íbamos de corto, y unas zapatillas deportivas que no eran de La Tórtola. Su cazadora roja llevaba a la espalda palabras negras en inglés que yo no entendí pero que sí copié letra a letra en mi cuaderno de matemáticas, porque la seño lo sentó delante de mí en una mesa que trajeron de otra clase, “The House of the Baskervilles”.También apunté lo que ponía en sus blancas zapatillas, “Reebok”.
Las lágrimas me las tragué por los ojos y no dije nada a nadie, ni a Joaquín que estaba a mi lado. Quizás ese día repartió más regalos silenciosos como el mío.
Yo no dije nada y nadie dijo nada. Tampoco el día, que a la salida de clase, ató a un perro con un cordel de pita y lo fue arrastrando por todo el Camino de la Fuente, hasta el Cabezo de La Doctrina. Tampoco dijimos ni hicimos nada que no fuera seguirle en sudorosa algarabía cuando decidió ahorcar al pobre perro en el primer pino que se encontró. Yo recuerdo con exactitud, eso es lo que creo, el ojo, solo le veía un ojo, solo veía la mitad de su miedo y tristeza, del condenado animal que me miraba a mí. Y yo no hice nada.
Antes de hacer los exámenes de la tercera evaluación se marchó. Se llamaba Alberto.

domingo, 17 de octubre de 2010

Mi abuelo (1)

     A vosotros que soy todavía niños y a los que además sois abuelos.
Mi abuelo ha tenido siempre dos o tres jaulas rulando por la casa o en el cuarto de los trastos. Las jaulas siempre han estado vacías.
Mi abuelo ha tenido siempre dos o tres montones de pájaros, más o menos. Los pájaros siempre han estado en el huerto.
Hoy me paseo con mi abuelo por el huerto, lo hago muchas veces, me tumbo en la hierba y las hormigas se me suben por la ropa y me hacen cosquillas. La ropa se me mancha de verde.
El abuelo escarba con una pajita en el agujero de una araña, se sopla el bigote y chasca los dedos esperando que salga. Una mariquita en una rosa se ríe. Espero que sea de nosotros.
                      
                                 (La ilustración, lo mejor, regalo de Salvador Caro Perez-Muelas)

martes, 28 de septiembre de 2010

Gravedad

Corría el año 1665. Yo venía de Londres huyendo de la peste.
Me lo encontré en una encrucijada en el condado de Lincolnshire.
Entonces ofreciéndole tabaco le pregunté:
-¿Este camino de la izquierda conduce a Woolsthorpe?.
-Ni lo sé, ni me interesa – me contestó el insensato.
Entonces fue cuando, enfadado, le di una patada al tronco del manzano bajo el cual, se cobijaba de la lluvia.
Fue tal el golpe que le propinó la madura fruta que allí quedó medio aturdido, ensopado y con la cabeza herida.
Yo salí corriendo por el camino de la derecha y ya no supe más de este desdichado y de su fortuna.

viernes, 10 de septiembre de 2010

La muerte y la mortadela

La madre de Ignacio es lo que mi padre dice “una mujer fuerte”. Bueno mi padre también dice que todas las mujeres son fuertes. Lo dice porque el padre de Ignacio se murió cuando nosotros íbamos a tercero, que vino el alcalde a la clase y se llevo a Ignacio haciéndole caricias en la cabeza. Y luego nos enteramos que a su padre se le había volcado el tractor encima en la cuesta del Cabecico Blanco y lo había matado, matado para siempre. Ignacio y yo estuvimos sentados en la tapia de su casa todo el día, casi sin hablar nada, mientras toda la gente del pueblo entraba y salía. Mi madre nos trajo unos bocadillos de mortadela y unas fantas…

Cuando vienen los gitanos al pueblo venden por las calles ajos de la cabeza gorda… Cuando vienen los gitanos al pueblo compran cacharros viejos, cantaros, lebrillos, medallas de oro y plata, monedas, libros... y también se interesan por los burros viejos. Los llevan al alto de Camarota y los atan a la baranda. Luego por la tarde cuando están todos allí los montan en un camión y se los llevan a no se que país, dicen que para hacer mortadela.

martes, 24 de agosto de 2010

¿Quieres verlo de nuevo? ¡paga!

Anoche no hice el amor con mi mujer. Como otras muchas noches. Pero además ni hablamos. Dormimos juntos pero de espaldas el uno al otro.
Otras noches dice:
–Mañana cariño. Te prometo que mañana. ¡Vale!
Pero yo se que el mañana no existe, ni tampoco el pasado.
Fuera el viento sopla entre las hojas de la palmera que crece hasta la ventana del dormitorio, un quinto, un buen ejemplar de Phoenix datilífera, como un falo señalizador de la nada.
Me levanté temprano, no había descansado apenas en toda la noche.
“Cuando salí estaba empezando a amanecer”
Yo nunca le había sido infiel a mi mujer.
Cogí las llaves del escarabajo y salí del garaje escuchando a Tracy Chapman:
“You got a fast car
I want a ticket to anywhere
Maybe we make a deal
Maybe together we can get somewhere”
Siempre le he limpiado el coche a mi mujer en el lavadero del centro comercial. Al cruzar el puente del auditorio me fijo en la gente que ya anda pescando en el rió. Barvos con sabor a ciénaga.
El lavadero acababa de abrir. Solo hay un mercedes 300 delante. Una chica nueva me rocía jabón líquido por los faros, por el capó, por el parabrisas, por las ruedas y pegando su cuerpo al coche con un cepillo frota por los intersticios. Yo bajo el cristal y le doy cinco euros. Ella sonríe.
Cuando los rodillos terminan de hacer su trabajo, giro a la izquierda y salgo por detras, donde descargan los camiones del centro comercial. Al final de la calle una puta a mi paso se levanta la falda. Yo, que voy en mis pensamientos, no veo nada.
Giro de nuevo a la izquierda y me propongo volver a pasar.
Y allí estaba ante la puta, pero la puta, que reconoce el coche, me grita:
–¿Quieres verlo de nuevo? ¡Paga!
Yo avergonzado, solo un poco avergonzado, acelero. Cuando el semáforo se pone en verde, giro a la izquierda.
En el equipo del coche vuelve a sonar “You got a fast car I want a ticket to anywhere … “

sábado, 31 de julio de 2010

El hijo del carnicero

                                                                    A Mademoiselle Hélène Daville

Cuando un día le pregunte a mi abuelo por el hijo del carnicero, me dijo:
-El hijo del carnicero ya era tonto antes de que la maquina de picar carne le arrancara el brazo.
El hijo del carnicero vivía en una casa que parecía un castillo, que solo le faltaba el foso. Tenía una tapia que la rodeaba por todos lados.
Su madre siempre andaba tendiendo ropa y hablando en voz alta para nadie. Su padre siempre andaba cagándose en la puta y escupiendo en el suelo.
El hijo del carnicero debe andar ya por los cincuenta y tantos y sin embargo parece un niño. Ahora esta solo.
Por las tardes, cuando bajo a la biblioteca, paso por su calle. Siempre me lo encuentro sentado en lo alto del muro.
Pero hay que andarse con mucho cuidado porque el muy cabrón a la más minima te escalabra con una piedra suelta de su muralla.
Una vez lo vi caerse desde arriba, cuando apedreaba a alguien que no era yo. Al hacer el impulso para lanzar su rabia termino desequilibrándose y cayó al suelo empedrado como un saco de manzanas.
Entonces, con la boca ensangrentada y sin quejarse lo más mínimo, lo vi entretenerse en matar hormigas con su único dedo índice. Una tras otra.

martes, 6 de julio de 2010

Manzana (1) (de Eva)

Todavía tenia el sabor de la jugosa manzana con sangre mientras el enfermero me insertaba las grapas intentando unir la base de mi dedo pulgar con la palma de la mano.
La verdad, era una manzana de anuncio, limpia, brillante, tentadora, en la que se podía ver deformada toda la cocina y yo con el cuchillo. Eva la había dejado en la mesa y se duchaba.
También resulto dura y resbaladiza; lo suficiente como para haberme cortado entero el dedo gordo de la mano.
En el primer momento dolor no había y tuve tiempo de coger el tajo seccionado que se columpiaba en la mesa. Tintado y todo de sangre me lo lleve a la boca...

Luego iré a refugiarme entre los pechos de Eva como un niño asustado o como un hombre expulsado del paraíso.

jueves, 17 de junio de 2010

MARILYN

Era una soleada casa blanca con un espacioso jardín sin perro. El seto de brezo era bajo y solo tuve que dar un disimulado salto y me encontré dentro de la residencia de los Miller.
Ella estaba sentada en un banco abrazada a sus rodillas leyendo ensimismada.
–Hola. –me dijo cuando la interrumpí en su lectura del Ulysses de James Joyce.
–¿Me quieres? –le dije yo nervioso.

miércoles, 9 de junio de 2010

Hay dos cosas que me dan envidia de los perros

Aunque no quiero que me laman, ni que me muerdan, hay dos cosas, entre otras, que me dan envidia de los perros, aunque ellos se mueran antes. Una, que pueden masticar los huesos hasta triturarlos, y otra, que cuando de niño, por la tarde, recién comido, me iba a la escuela, el perro de mi abuela se quedaba tomando el sol en la puerta del estanco. Cuando pasaba por su lado levantaba la cabeza un poco con pesadumbre, me miraba levemente y dejándola caer seguía dormitando. Yo, pesaroso, con verdadera envidia, doblaba la esquina y tomaba la Calle de los Pasos hacia el colegio.

viernes, 28 de mayo de 2010

Un colchón nuevo o una segunda oportunidad o las dos cosas

Mi mujer y yo compramos un colchón nuevo. El viejo se ha hecho viejo de solo dormir. A mi no me importaba mucho que sus muelles gruñeran en la silenciosa noche. Pero estaba viejo. Muerto.
Cuando quite, con ayuda de mi mujer, el viejo y pesado colchón para colocar el nuevo de viscolatex con aroma a aloe vera, con una de sus esquinas duras tire el cuadro que colgaba encima del cabezal de la cama. Un fragmento de La Creación de Adán, porque les diré que soy católico, apostólico y romano, aunque, eso si, añadiendo una insignificante apostilla, que soy ateo. Dios y el hombre no se tocan, sus dedos índices no llegan a tocarse en la tormentosa pared agrietada de la capilla.
Coloque el cuadro en sus sitio y como si de un muerto se tratase arrastramos el colchón por el pasillo hasta llegar al salón.
–Este piso nuestro es demasiado pequeño para dos colchones de matrimonio –le dije a mi mujer.
–¡Tenemos que bajarlo a los contenedores! –Me grito ella aunque me tenía a su lado.
–Pero si no hemos avisado al servicio de recogida.
–No importa, la calle esta solitaria y no nos vera nadie.
Y fue verdad, no nos vio nadie que nosotros viéramos.
Salí al balcón a fumarme un cigarrillo. El trabajo ya estaba hecho. Abajo el colchón se había volcado y casi cortaba el paso a la gente que de vez en cuando transitaba por la acera. Un coche de policía se pasea por la calle.
Termine de darle la última calada al cigarrillo y estaba apagándolo en la maceta de geranios cuando un hombre pequeño con una bicicleta grande cogió el colchón como si de una almohada individual se tratara y doblándolo como se dobla una rebanada de pan de molde lo ato en el portaequipajes, y nada, desapareció zigzagueando por la esquina del colegio.
Me metí al salón pensando que no estaría nada mal que cuando llegara el fin pudiera tener la suerte de ese viejo colchón de muelles. De momento, mi mujer y yo, tenemos un colchón nuevo.

martes, 18 de mayo de 2010

Capitulo 3

Soy el mentiroso más fantástico que puedan imaginarse. Aunque si voy camino de la confitería, nunca le diría a nadie que me preguntara que voy a la librería. Es cierto que miento, siempre, claro esta, cuando se trata de no hacer daño a las personas que quiero, casi, pero no tanto, como un Leonard Zelig.
Por este motivo mentiría sobre si me gusta o no una estatua de plexiglás, un dado de acero o una exposición de fotografía.
Un día, una amiga que había ido conmigo todos los años de la escuela, que yo la tenia como a una hermana, que por ello era incapaz de pensar sexualmente en ella, que ni me pasaba por la cabeza imaginarme sus tetas, en el primer año de instituto, sin avisar ni nada, va y se me declara y me dice que me quiere con locura y que no puede vivir sin mi, que todo este tiempo ha estado amándome en secreto y todo eso. En mi mente quieta solo veía dos caminos para tomar y se iluminaban alternativamente sus carteles señalizadores, como en un motel de la Route 66: uno, rojo, me casaba con ella llevando una sacrificada vida de amor fingido y otro, verde, que elegí rápidamente, y fue decirle que era gay, que era un pedazo de gay que ella no se merecía.
De poco sirvió mi piadoso embuste cuando una semana después me pilló comiéndome a besos a una chica en San Esteban. Pensé en añadir lo de una bisexualidad contenida o reprimida, o algo por el estilo, decirle algo, salirle por peteneras, volver a mentirle, decirle que estaba probándome, pero no dije nada, guarde silencio.
Ella tampoco dijo nada, me miro con una tristeza que me dolía, como una quemadura. Yo, quieto, con mi cabeza apoyada en el hombro de la chica y medio enredado en su pelo, la vi alejarse hasta que se la trago la entrada de El Corte Ingles.

viernes, 7 de mayo de 2010

El día que conocí a Holden Caulfield

Yo tuve más suerte que el jorobado bartlebys rastreador de bartlebys. No todos mis familiares han muerto y no tengo joroba, aunque si algún que otro trauma. Por lo demás, soy feliz a ratos, aunque cuando me dejo mi mujer pase siete días para morirme. Yo bebo toda la cerveza que puedo, me gusta el té y el café y de vez en cuando me lío algún cigarro y lo disfruto. Pero como les decía, yo tuve más suerte que el jorobado, porque yo a quien vi, en un autobús por la Quinta Avenida de Nueva York, no fue a Jerome David Salinger, sino al mismísimo Holden Caulfield. Y estoy seguro de que era él. Llevaba a su hermana cogida de la mano, estaban sentados en la última fila, no paraban de conversar y se reían, se reían continuamente.

viernes, 30 de abril de 2010

La vida misma

Ayer fui a recoger a Jesús al colegio. Como todos los días. Las monitoras del comedor ya se han quitado los jerseys de lana y los cuellos altos. Y no digo más.
–¿Que has hecho hoy en el cole? –le pregunto. Como todos los días.
–Tantas cosas que no me acuerdo –me responde. Como todos los días.

Yo iba pensando en mariposas blancas.
Jesús iba rodando un deportivo verde manzana de hotwheels por el muro que rodea el colegio.
De pronto, como no dándole importancia a la cosa me dice:
–Natalia se ha comido un moco porque quiere casarse con Alberto que se come los mocos.
–Que guarrería.
–Sí, casarse.
–No, comerse los mocos.
–Miguel se quiere casar con Noelia. Pero Noelia se quiere casar con Rafa. Rafa esta loquito por Laura y Laura se quiere casar con Raúl.
–¿Y Raúl, por quien se muere, Raúl?
–Raúl se quiere casar con Miguel porque juega bien al fútbol.
–La vida misma –digo para mí. –¿Oye? ¿Y tú?
–Yo… Martina se quiere casar conmigo. Pero yo no me quiero casar todavía.
Fuimos andando tranquilamente. Como todos los días. El rodando su coche por las paredes y yo pensando en mariposas blancas, la vida misma.
Cuando llegamos a casa le preparé un bocadillo de sobrasada y queso.

domingo, 25 de abril de 2010

Ya no conoces a nadie

En Princeton lucia un hermoso sol apagado.
-Hola señorita. –Dijo Albert Einstein acostado en la cama blanca del hospital- Este dolor me esta matando.
-¿No me conoces? Soy Marilyn, Marilyn Monnnr… – le dijo mientras se levantaba un llamativo polo de listas de colores y dejaba sus hermosos pechos al aire.

viernes, 16 de abril de 2010

Critica descarnada a “Asoma tu adiós” de Roberto Villar Blanco

Blanco, me gusta tu novela. El inicio de tu novela me gusta mucho. No, mejor, el inicio de tu novela me gusta en exceso… Willy, donde quiera que estes, si acaso estas, tu novela me gusta mucho. Mito, la novela de tu padre me gusta.

Willy, podría continuar como Félix Romeo en Amarillo:
Tu libro se llama "Asoma tu adiós".
La cubierta es de color canela.
En la cubierta hay una ilustración de Fernando Zobel.
Reunión familiar.
En la parte inferior de la cubierta aparece impreso en blanco sobre fondo canela el nombre de la editorial: PRE-TEXTOS.


Si yo escribiera tan bien como tu yo podría haber escrito este hermoso libro. (Esto suena cursi. Bueno).

Salir por la ventana es muy digno, para vivir o para morir, salir por la ventana es lo más digno que yo conozco. Mí admirado, ya me gustaría decir amigo, Bohumil Hrabal salio por una ventana. En definitiva salir por la ventana es literariamente perfecto.

El amor, la amenaza de perdida, la perdida de lo que más queremos nos lleva irremediablemente a la letanía. Trasforma nuestro pensamiento en un aspersor que vuelve siempre y siempre al mismo punto de partida hasta volvernos locos.

Blanco, tu novela (o la vida) es un pequeño aspersor en un rincón de un recogido jardín, que riega con palabras, con agua, el tiempo, la hierba y siempre vuelve al principio, para regar con otras palabras, con otra agua, el mismo tiempo, la misma hierba, para que al final nos demos cuenta, o no, que definitivamente estamos solos en esta, bella a veces, jodida vida.

Y nos moriremos, con suerte, antes que nuestros hijos, con la pena de que estaban solos y los dejamos solos.

“La vida es trágica o muy trágica” (W. A.)

Pero, merece la pena vivir, aunque solo sea por la gente que muere pronto, por Wayne Robinson, que cuando cometía una falta personal no levantaba una mano, levantaba las dos, por la Teoria de La Relatividad, por las películas de Woody Allen, de Jiri Menzel o de Eric Rohmer, por las aventuras del bravo soldado Svejk o las novelas de Bohumil Hrabal, por Marilyn y Monica Bellucci, por los cuentos de Sam Shepard, por unas inmensas, perfectas y adorables tetas o por unas mas pequeñas o por unas no tan perfectas, por la siesta y la siesta de Vincent Van Gogh, por ver a Meryl Street pelar una naranja en “Enamorarse”, por el pulpo de “El Agrio”… y por los hijos. Si, por los hijos.

Blanco, gracias por los tres ratos de “Asoma tu adiós”

martes, 6 de abril de 2010

Hoy mi mujer ha venido a verme

Hoy mi mujer ha venido a verme. Esta guapa. Me ha traído un libro de de Herta Müller. Un bonito libro verde con un gran titulo en rosa “El hombre es un gran faisán en el mundo”. He leído en voz alta la primera frase del primer capitulo: “En torno al monumento a los caídos han crecido rosas” y lo he dejado encima de la mesilla. Desde cualquier sitio de la habitación se puede leer el titulo. Desde la puerta “El hombre es un gran faisán en el mundo”. Desde la ventana “El hombre es un gran faisán en el mundo”. Recostado en la cama “El hombre es un gran faisán en el mundo”. Sentado en el sillón de escai “El hombre es un gran faisán en el mundo”. Me ha traído también un libreta de notas, con una gomita negra y todo, para que no se abra, que da pena escribir en ella.
Mi mujer me ha dado un beso en la frente y se ha marchado enseguida.
Abro la libreta de notas, da pena escribir en esta libreta, y escribo: “La vida ideal se viviría en los decorados que traen las cajitas de manzanilla”.

sábado, 27 de febrero de 2010

Ramón recuerda perfectamente como eran las cacas de su perro

Ramón recuerda perfectamente como eran las cacas de su perro. Había recogido muchas con una bolsita de plástico en el jardín de la biblioteca de un viejo dogo bien alimentado que se empeño su mujer en regalarle. Grandes, blanditas y calientes.
Ramón se caso muy joven con la peluquera de su madre con la que tiene dos hijos. Al poco de nacer Samuel, su segundo hijo, pensó irse de casa para no volver, y cruzando la calle con su perro un autobús escolar se lo llevo por delante.
El perro murió y él estuvo muy cerca de perder la vida.
A pasado un año y hoy va a cruzar la calle para ir al cine con toda su familia.
Ramón no tiene nada en su cabeza, ni tan siquiera su nombre -eso es lo que dicen-. Pero Ramón recuerda perfectamente como eran las cacas de su perro. Grandes, blanditas y calientes.

miércoles, 6 de enero de 2010

Jesús y Teresa, y el caracol y la hoja y el coche y la silla y la mesa y el arbol y el sol y...

Jesús tiene cinco años
y hoy va vestido de azul
Teresa tiene casi tres años
y hoy va vestida de fresa
y dice Jesús:
-El caracol va siempre vestido de caracol,
la hoja de hoja,
el sol de sol,
el coche de coche,
la silla de silla,
el árbol de árbol,
la mesa de mesa,
la calle de calle.
Y sigue diciendo Jesús:
-La cosas y los animales siempre van vestidos
de si mismos (me lo dice a su manera).
Jesús mañana se vestirá
de azul o no
Teresa mañana se vestirá
de fresa o no
Jesús va vestido de Jesús.
Teresa va vestida de teresa.
O no.

domingo, 3 de enero de 2010

El leñador

Cuando el leñador supo que ya no volvería a ver a sus hijos, que ya no saldria jamas de aquel bosque oscuro, grito:
-¡Luna tragame!
Y la luna, ni corta, ni perezosa, se lo trago.
                   
                      La mejor luna, sin duda, la de un amigo. Leandro Banegas. http://users.spanteladsl.net/~leand/