sábado, 28 de noviembre de 2009

Setenta y ocho plátanos y cincuenta huevos duros

                                                                    A See More Glass
Dormíamos en habitaciones separadas y todo. Si, mi mujer y yo, dormíamos en habitaciones separadas mucho antes de que yo me pegara un tiro y tuviera que venir aquí a recuperarme.
Anoche soñé, bueno, desde el incidente sueño todas las noches, que Muriel no se pudo matricular en el conservatorio porque la gata había parido en el chelo. Hacia un calor de tapia blanca con geranios y yo estaba esperando el autobús de la costa. Una palmera a mi lado dejaba caer dátiles maduros. Me parece ver a lo lejos el autobús llegar, pasa el tiempo, al menos esos me parece y veo el autobús que sigue llegando. Va lleno de gente, de sombrillas, de flotadores, de cubos y palas. A mi me parece lleno de arena, como un gran reloj y por una de las ventanillas chorrea.
Se abre la puerta delantera del autobús y el conductor encabronado:
–¡Eh! Tú ¿Subes?
–Sí, claro que sí. ¿Puedo?
Voy en un autobús azul, la sal se respira, y al llegar al mar descarga la arena en la playa, como un volquete, como una barcaza llena de soldados en las playas de Normandia. Yo creo encontrar la respuesta de por que hay tanta arena a la orilla del mar y siento caer dátiles maduros sobre mi ombligo.
Muriel toca todas las mañanas, con los gatitos dentro, el chelo en las ruinas de una biblioteca incendiada.
El gallo de la veleta, que es negro como el carbón y que se pasa las noches en vela me ha picoteado la oreja y me despierto.
Desde lo del incidente hay cosas que me cuestan mucho recordarlas, pero nada como intentar recordar un sueño terrible que al despertar no se ha recapitulado.

No se cuando volveré a ver a Muriel.

martes, 27 de octubre de 2009

El sujetador

Estoy seguro de que Alonso Quesada soñaba con las tetas de Aldonza Lorenzo, aunque olieran a ajo, total que más da. Cuando veo a una mujer con un pañuelo a la cabeza se me hiela el alma, aunque al final me de cuenta que lo lleva por gusto o por que quiere, como alondras en el alambre. Y lo peor de todo es que muchas se mueren. Por culpa del Zaratán de los cojones.
Un día fui a comprarle a mi mujer un sujetador, yo llevaba la idea de algo insinuante, no, mejor, de algo totalmente transparente, tanto como la mampara de la ducha que yo me empeñe en poner en uno de los cuartos de aseo. En El Corte Ingles en la zona de lencería, me la encontré, no la habia visto desde la universidad, le conté lo que buscaba. Me ayudo a elegir uno delicioso. Ella buscaba tres o cuatro sujetadores para hacerles unos arreglos en otro sitio. Intente elegirle uno de los sujetadores pero me dijo riendo que esos que yo elegía no valían para ella. Como me gusta la risa de Julia. Supuse que dada su abundancia de pecho, los sujetadores mínimos que yo elegía no le servían.
Cuando pagamos en caja me cogió del brazo y me empujo hacia la zona de los aseos.
–Quiero enseñarte una cosa –me dijo mientras me llevaba volando por el pasillo.
–Sabes tu que yo contigo me iría a cualquier sitio, incluso a un lugar donde siempre haga frió.
–A ti, especialmente a ti, que siempre has mirando y elogiando los escotes de las mujeres. Quiero que veas algo.
Cuando ya me había metido empujándome en el aseo de mujeres, sin imaginarme lo que iba a hacer y rapida como un jugador de fútbol que se cambia la camiseta, se levantó el jersey azul cielo de cuello alto que llevaba, sí, como Melany Griffit a Paul Newman, en “Ni un pelo de tonto”. Y allí estaba el pozo donde debía haber una montaña. Cuando vi el pecho mutilado, porque, en serio, llegue a verlo, grandioso, blanco como la leche y coronado como por un pezón-jícara de chocolate buana, la imagen alternaba como el intermitente de un coche o como esas imágenes engañosas y divertidas, ahora una copa, ahora dos mujeres frente a frente, ahora una joven, ahora la cara de una vieja, ahora un pecho, ahora dos, me dieron ganas de ponerme a llorar y no parar hasta morirme, pero aguante como pude y pensando en las amazonas como último consuelo, le bese el pecho inexistente.
Entraron tres dependientas hablando de no se que tipo de blusas ajustadas a la cintura y de sisa italiana o no se que, vieron la escena y no dijeron nada. Yo permanecí abrazado a ella y al final la mojé con mis lágrimas, que corrieron por la cicatriz. El sujetador que compre aquel día sigue envuelto en papel de seda, en su bolsa, guardado en mi mochila, todavia no me he atrevido a regalarselo a mi mujer.

martes, 19 de mayo de 2009

Dos recetas a tener en cuenta

Si me preguntáis que tiene que ver la película Tijeretazos (Postriziny 1981) y un arroz de caldero del Mar Menor, os contestaría que nada y todo. Al pisar el avión suelo checo y aún con las manos sudorosas del aterrizaje lo primero que vi fueron las alpacas de paja cilíndricas de los campos segados que rodean el aeropuerto de Praga, paradigma de una cerveza ya hecha y almacenada y al probar la cerveza checa por primera vez pensé en lo bien que casaría con un Caldero del Mar menor. Que puedo seguir diciendo, pues, que todo amante de la cerveza debería ver esta película y que todo amante de la comida debería comer al menos una vez al año Caldero del Mar Menor.
La película esta basada en un libro de Bohumil Hrabal con el mismo titulo que la película, aunque en España el libro se ha publicado con el titulo “Personajes en un paisaje de infancia”, Destinolibro 383, y dirigida por Jiri Menzel y protagonizada por una maravillosa Magda Vasaryova.
Para el Caldero del Mar Menor necesitaremos para cuatro personas: 400 gr. de arroz de Calasparra, 1 kgr. De mújol, 2 ñoras, 1 tomate maduro, 2 dientes de ajo, 1 ramica de perejil, 1 tacica de aceite de oliva, sal y caldo de pescado (elaborado con morralla, gallina, mujol, gallineta...)
La sensual Maryska, en una mano, un trozo de cerdo frito pinchado en un tenedor, en la otra, una jarra de cerveza (una buena lager checa), mirada al trasluz de la ventana antes de bebérsela, fuera, la torre de la iglesia al fondo, los ciruelos en flor y el canario cantando en su jaula, maravilloso, que queréis que os diga...
Comenzamos friendo las ñoras y se apartan, y en el mismo aceite se fríen las cabezas del pescado y a continuación el tomate.
El peluquero echa a la calle a dos niños a medio pelar por lavarle el pelo a Marysca Yo, que hubiera hecho yo...
En un mortero se machacan el perejil, los ajos y las ñoras fritas. Se hierve la morralla añadiéndole el contenido del mortero.
Marysca se sube a lo alto de la chimenea de la cervecería y vosotros, no lo dudo, correríais a rescatarla igual que los bomberos del pueblo.
A continuación colaremos el caldo y herviremos en este el kilo de mujol ya limpio durante 15 minutos, este pescado se reservara para servirlo después. En este caldo cocemos el arroz.
Marysca, que va cortando por donde pasa, corta ahora las patas de la mesa, su falda y su larga melena y pasea por el pueblo en su bicicleta, luciendo su peinado a lo Josephine Baker.
Si gusta, el arroz lo serviremos con salsa alioli.
Marysca, Marysca… Una vez que hayas visto a Marysca beber cerveza estas… ¡Estas perdido!

domingo, 17 de mayo de 2009

El rey

Un día, cuando era niño, me subí en un montón de escombros y grite:
–¡Soy el rey!

lunes, 11 de mayo de 2009

Intenciones

Algunos padres suben con idea de abandonar a sus hijos en lo más profundo del bosque, pero luego se arrepienten.

jueves, 30 de abril de 2009

El dinosaurio

Mi hijo se desperto y, como no podia ser de otra manera, el dinosaurio de playmovil seguia allí.

sábado, 11 de abril de 2009

El día que conocí a Albert Einstein

Creo que todo comenzó, hay sucesos que son premonitorios, cuando a Albert Einstein me lo encontré en el parque. Apareció veloz, atravesando el seto de cipreses en una vieja bicicleta negra. Al pasar por mi lado toco el timbre y se quito el gorro de lana que llevaba zampado hasta las orejas. Giro por detras de la fuente y lo vi alejarse como un funambulo; volvio a traspasar el seto y desapareció.
Me quede mirando el seto que se movia tembloroso y antes de parpadear tres veces de nuevo apareció por entre el ramaje verde y oloroso. Llegó hasta mi lado y derrapando bruscamente se bajo decidido dejando caer la bici en la hierba. Me zampo su gorro de lana en mi cabeza y me dijo:
-Me llamo Albert einstein ¿Podrias decirme donde demonios me encuentro?