lunes, 16 de mayo de 2011

Vincent viejo

                      A José María y Salvador Caro-Pérez Muelas
                      y a toda la gente de Lorca

"…y, en efecto, así es como logró las cartas más cariñosas de Odette, una de ellas aquella que le mando Odette desde la “Maison Dorée” (precisamente el día de la fiesta París-Murcia, a beneficio de los damnificados por las inundaciones de Murcia…"       
                                                                        (“En busca del tiempo perdido” Marcel Proust)

La primera vez que vi París fue en un plano de una bonita guía que me regalo la abuela justo antes de despedirse de mí.
–Pórtate bien mi niña –me dijo dándome besos por toda la cara y abrazándome bien fuerte. Yo, mientras, la olía. Manzanas maduras y pan sin cocer.
Nada más verlo supe lo que era, era un gran caracol que venía de les Bois de Vincennes y se iba a les Bois de Boulogne. Aunque, al decir verdad, no había salido de un sitio y ya estaba en el otro. Se trataba de un caracol muy grande, gigantesco. Fijándome más detalladamente me di cuenta que la espiral la formaban les arrondissements, que en el plano venían pintados de colores.
El tren corría rápido y los árboles cercanos pasaban como avestruces desconcertados. Las montañas, no queriendo quedarse, nos seguían como a empujones. Supongo que daba igual que nosotros fuéramos a París, que París viniera hacia nosotros.
Papa, que iba medio dormido, abrió un ojo mientras mantenía el otro apretado.
–Papa, ¿parece un caracol? –le dije mostrándole el mapa.
–A mi me parece, más bien, una tortuga –me contestó volviendo a cerrar el ojo…



       Autorretrato en el dormitorio
       Mayo 1925
       Lienzo, 72 x 90 cm.
       Sin firma
       Colección particular

Nunca llegué a cruzármelo por la calle. A pesar de vivir muchos años junto a su sobrina Marie-Ange y morir ya de viejo en su piso de la calle Huchette, en las cercanías de San Severino de Paris, nunca llegué a cruzármelo por la calle. Y, ahora, lo lamento. Lo lamento profundamente.