sábado, 27 de febrero de 2010

Ramón recuerda perfectamente como eran las cacas de su perro

Ramón recuerda perfectamente como eran las cacas de su perro. Había recogido muchas con una bolsita de plástico en el jardín de la biblioteca de un viejo dogo bien alimentado que se empeño su mujer en regalarle. Grandes, blanditas y calientes.
Ramón se caso muy joven con la peluquera de su madre con la que tiene dos hijos. Al poco de nacer Samuel, su segundo hijo, pensó irse de casa para no volver, y cruzando la calle con su perro un autobús escolar se lo llevo por delante.
El perro murió y él estuvo muy cerca de perder la vida.
A pasado un año y hoy va a cruzar la calle para ir al cine con toda su familia.
Ramón no tiene nada en su cabeza, ni tan siquiera su nombre -eso es lo que dicen-. Pero Ramón recuerda perfectamente como eran las cacas de su perro. Grandes, blanditas y calientes.

4 comentarios:

  1. Saludos:
    He pensado muchas veces que llegará un momento en que sólo nos acordaremos de las cosas más intrascendentes. Incluso, creo que de los difuntos lo que al final recordamos son sus rasgos más intrascendentes. Bueno, no sé, tu verás, yo ya no me acuerdo. ¿Ya lo dije? Con Dios. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Y el perro que recuerda de Ramón?

    Un saludo

    Alejandro Díaz

    ResponderEliminar
  3. Muy bueno.
    Primera visita a tu prometedor blog.

    ResponderEliminar
  4. Me gustó mucho, Jesús. Seguro que le hubiera gustado a Diane. Sobre todo por el misterio intacto que permanece: ¿qué más cosas tiene Ramón en la cabeza? Como las fotos de la Arbus: ¿qué hay tras lo visible (o lo decible)?
    Un abrazo

    ResponderEliminar