En Princeton lucia un hermoso sol apagado.
-Hola señorita. –Dijo Albert Einstein acostado en la cama blanca del hospital- Este dolor me esta matando.
-¿No me conoces? Soy Marilyn, Marilyn Monnnr… – le dijo mientras se levantaba un llamativo polo de listas de colores y dejaba sus hermosos pechos al aire.
domingo, 25 de abril de 2010
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Y el dolor desapareció, relativamente.
ResponderEliminarMe encanta Marilyn y sus pechos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Antonio.