lunes, 8 de noviembre de 2010

Antes que cante un gallo

Me ha dado mi hija, sin querer, una patada en la espinilla y de pronto se me ha entristecido el alma hasta el punto de que el dolor no me duele.
Entró por primera vez en clase a media mañana, justo después del recreo, aún andaba por mi boca el sabor de la nocilla, y, cuando ya llevábamos dos meses de curso. Yo recuerdo con exactitud ese momento, eso es lo que creo, porque nada más aparecer por la puerta en compañía del director que nos lo presentó, me soltó el muy cabrón una patada en la espinilla derecha, que se me saltaron las lágrimas.
Su aspecto era impecable, como de no ser el hijoputa que llevaba dentro. Llevaba pantalón vaquero largo, cuando todos íbamos de corto, y unas zapatillas deportivas que no eran de La Tórtola. Su cazadora roja llevaba a la espalda palabras negras en inglés que yo no entendí pero que sí copié letra a letra en mi cuaderno de matemáticas, porque la seño lo sentó delante de mí en una mesa que trajeron de otra clase, “The House of the Baskervilles”.También apunté lo que ponía en sus blancas zapatillas, “Reebok”.
Las lágrimas me las tragué por los ojos y no dije nada a nadie, ni a Joaquín que estaba a mi lado. Quizás ese día repartió más regalos silenciosos como el mío.
Yo no dije nada y nadie dijo nada. Tampoco el día, que a la salida de clase, ató a un perro con un cordel de pita y lo fue arrastrando por todo el Camino de la Fuente, hasta el Cabezo de La Doctrina. Tampoco dijimos ni hicimos nada que no fuera seguirle en sudorosa algarabía cuando decidió ahorcar al pobre perro en el primer pino que se encontró. Yo recuerdo con exactitud, eso es lo que creo, el ojo, solo le veía un ojo, solo veía la mitad de su miedo y tristeza, del condenado animal que me miraba a mí. Y yo no hice nada.
Antes de hacer los exámenes de la tercera evaluación se marchó. Se llamaba Alberto.

11 comentarios:

  1. Ay, Jesús que me acabas de anudar la garganta...Ya decía Borges que no basta ser valiente para aprender el arte del olvido. Yo creo que tu eres muy valiente y que bien escribes, Jesús, que bien... Un abrazo fuerte

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  2. Después de leer tu hermoso cuento se me ocurre que la memoria bebe siempre en las lágrimas que nos tragamos por los ojos.
    Un abrazo.

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  3. Alberto se marchó y regresa con cada patada que te da tu zagala en las espinillas, pero yo me he quedado pegada a estas letras.
    Hacia dentro, como el pozo hernandiano, el dolor hacia dentro.
    Te abrazo fuerte.

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  4. Al leer es como si yo hubiese estado allí, de tan bien que lo has escrito y descrito.
    Un abrazo Jesús

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  5. Ese Albertico no se marchó antes de hacer los exámenes de la tercera evaluación. Ese Albertico sigue contigo, el muy hijo de puta.

    Un abrazo.

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  6. Tomaste nota, y eso ya es mucho.
    ¡Qué bonito el comentario de Daniel!
    Un abrazo.

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  7. Cuantas veces nos hemos "tragado" las patadas en la espinilla de los hijodeputacobardes que solo son capaces de vivir si no es mostrando su "fuerza" y dominio ante los que creen cobardes.
    Pos ahí se quedan, a medio camino. Tu, yo y el resto del mundo estamos aquí recordando , DICHOSOS nosotro que podemos recordar.
    Los Alberto’s ni memoria tienen.
    Besos mil

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  8. Ya te lo he dicho en algun otro comentario, eres un valiente.

    Es un post cargado de recuerdos que se acumulan en tu experiencia y sentimientos.

    Saludos,

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  9. Y sin embargo el silencio,
    la voz que no existe,
    es lo que mas pesa.

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  10. Me pareces un gran escritor. Pero no haré ni diré nada.

    (perdón por la demora en comentar)

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  11. Alberto y el ojo, intimamente unidos.
    Y es que los hijosdeputa afilan su impecabilidad con sus Reebok, con sus pantalones largos. Nunca podrían haberlo sido con tórtolas, ni con piernas curtidad por el frío y el viento. Que yo lo sé. Que conocí a los que nunca les blanqueaban las rodillas.

    Ya no cuento las veces que he leído esta entrada, pero sí te cuento cuanto me gusta.

    Besos Jesús.

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