y a toda la gente de Lorca
"…y, en efecto, así es como logró las cartas más cariñosas de Odette, una de ellas aquella que le mando Odette desde la “Maison Dorée” (precisamente el día de la fiesta París-Murcia, a beneficio de los damnificados por las inundaciones de Murcia…"
(“En busca del tiempo perdido” Marcel Proust)
La primera vez que vi París fue en un plano de una bonita guía que me regalo la abuela justo antes de despedirse de mí.
–Pórtate bien mi niña –me dijo dándome besos por toda la cara y abrazándome bien fuerte. Yo, mientras, la olía. Manzanas maduras y pan sin cocer.
Nada más verlo supe lo que era, era un gran caracol que venía de les Bois de Vincennes y se iba a les Bois de Boulogne. Aunque, al decir verdad, no había salido de un sitio y ya estaba en el otro. Se trataba de un caracol muy grande, gigantesco. Fijándome más detalladamente me di cuenta que la espiral la formaban les arrondissements, que en el plano venían pintados de colores.
El tren corría rápido y los árboles cercanos pasaban como avestruces desconcertados. Las montañas, no queriendo quedarse, nos seguían como a empujones. Supongo que daba igual que nosotros fuéramos a París, que París viniera hacia nosotros.
Papa, que iba medio dormido, abrió un ojo mientras mantenía el otro apretado.
–Papa, ¿parece un caracol? –le dije mostrándole el mapa.
–A mi me parece, más bien, una tortuga –me contestó volviendo a cerrar el ojo…
Mayo 1925
Lienzo, 72 x 90 cm.
Sin firma
Colección particular
Nunca llegué a cruzármelo por la calle. A pesar de vivir muchos años junto a su sobrina Marie-Ange y morir ya de viejo en su piso de la calle Huchette, en las cercanías de San Severino de Paris, nunca llegué a cruzármelo por la calle. Y, ahora, lo lamento. Lo lamento profundamente.
"Manzanas maduras y pan sin cocer" Yo tampoco lo encontré nunca, ni siquiera en la terraza de ese café en la que cabe todo el verano y a la que vuelvo una y otra vez...
ResponderEliminarQue precioso, Jesús :)
Un beso
Y yo sé que nunca se cortó la oreja...Y yo también obedeceré a las emociones que llegan con la lectura de tus textos. Son capitanes de nuestro pequeño barco.
ResponderEliminarÀ bientôt,
Marie-Ange
Preciosa entrada. Me uno a tu dedicatoria.
ResponderEliminarVincent se esconde por París y por muchos interiores que lo aman, aunque no lo veamos. Seguro que es así, Jesús.
ResponderEliminarUn beso grande, muy grande.
Viendo el autorretrato, parece que él también se lamentaba.
ResponderEliminarUn abrazo.
No sé cuántas veces he leído esta entrada. Diré, por fin, que no sé muy bien qué decir. Me resulta bellamente inquietante. Ese tipo de cosas que me gusta leer.
ResponderEliminarDetalle: me encantó lo de los avestruces desconcertados.
Abrazo grande.
;-)
ResponderEliminarSerá difícil superar esta entrada, pero lo conseguirás.
ResponderEliminarUn abrazo grande.
Seguro que paso a tu lado el siente a quien lo ama, todas las emociones que sentiste fueron testigos de que Vincent sigue viviendo en cada lienzo que pintó.
ResponderEliminarUn saludo
El olor que desprendia la abuela, el caracol de la ciudad (tortuga para nada), Bois de Vincennes/ Bois de Boulogne, París viene, a París vamos,... y cierto, lo confieso: Vincent está aún en el perfume, en las callejuelas, mojando sus pies en el Sena... he estado en su estudio. Me ha dicho que ha leido tu post, pero que no se atreve a escribir en él, ya que nadie se lo creeria. Utilizando mi ordenador te envio su felicitación.
ResponderEliminarUn beso muy tierno Jesús.
¿Todo bien por el bosque y la ciudad?
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